Aceptación radical: el primer paso en el camino hacia el cambio
A lo largo de nuestra vida, nos encontraremos muchas situaciones en que pasaran cosas que nos gustaría que no pasaran. Sin lugar a dudas, aceptar lo que no quieres, es difícil. Pero más aún, lo es no aceptarlo. No aceptar aquellas cosas desagradables que nos tocan vivir, nos produce un sufrimiento añadido que se basa en la interpretación que hacemos de nuestro dolor y malestar. Delante de este tipo de situaciones, es muy útil practicar la aceptación radical.
Además de ejercer como psicólogo, trabajo en un colegio de primaria y, hará cosa de una semana, nos encontramos a unos cuantos niños jugando a fútbol en un espacio que no les tocaba, en un momento del patio que no debían y con una pelota que no podían utilizar para jugar a fútbol (de esas de goma, que si se chutan se rompen). Evidentemente fuimos con mi compañera y les explicamos que, como ya estaban sobre aviso de que no podían ni jugar en ese espacio, ni en ese momento, ni tampoco con esa pelota, tendrían una consecuencia negativa (a definir) debido a lo que estaban haciendo.
La respuesta de los chicos, fue espectacular: desde el “es tan injusto” al “es que nos tenéis manía”, pasando por el ya clásico “hay otros grupos de chavales de otros cursos que hacen lo mismo y nadie les dice nada” y también, cómo no, el TOP 3 de excusas en los patios: “no sabía”, “yo sólo estaba mirando” y “me han obligado, yo no quería”. Todo un compendio de excusas y exabruptos, a cuál más pintoresco que, cómo no, produjo que la consecuencia negativa que les aplicamos debido a lo que estaban haciendo fuera aún más, si cabe, “estricta”: les dijimos que ese día no podrían jugar a fútbol en todo el patio. Y es más, les dejamos bien claro que el hecho de que ese día se quedaran sin jugar a fútbol se debía no sólo al hecho de que estuvieran haciendo algo que no debían, sino a la respuesta que habían tenido delante del hecho de que los hubiéramos pillado haciendo eso que no debían hacer.
Delante de este nuevo input, las respuestas no se hicieron esperar, y una vez más fueron del tipo “qué injusto”, “en realidad queréis que no juguemos a fútbol” y un sinfín de comentarios, todos orientados a remarcar la injusticia de aquello que les estaba pasando, que iban soltando a medida que se alejaban cabizbajos de la pista.
Hubo algunos que, viendo que realmente no iban a jugar a fútbol, cambiaron su discurso y empezaron con el también típico “nunca más lo volveremos a hacer”, “venga va, tampoco ha sido para tanto”, o “prometo que vamos a cambiar”, pero nosotros nos manteníamos impasibles (y por que no decirlo también, llegados a este punto, un poco cabreados) delante de la actitud de “nuestros” niños.
Recuerdo que del grupo de 9 o 10 chavales, sólo hubieron un par que se quedaron atrás e hicieron el primer paso, y seguramente el más difícil, pero también el más importante, para revertir su situación.
Vinieron y nos dijeron: “sentimos lo que hemos hecho, aceptamos que nos hemos equivocado y haremos lo posible para no volver a hacerlo. ¿Qué podemos hacer para cambiar la situación?”
Y aquello ya fue otra cosa; mediante una aceptación radical y sincera de su error, abrían una puerta al cambio, a la mejora, y a una posible solución delante de una consecuencia negativa que no asumían como inamovible.
Pues bien, lo que hicieron estos chavales en primera instancia delante de lo que les pasó, es lo que solemos hacer las personas adultas delante de ciertas situaciones, principalmente situaciones traumáticas o especialmente dolorosas. Y el resistirnos a estas situaciones, justificarnos, luchar contra lo que nos deparan o directamente evitarlas, no nos trae más que sufrimiento a nuestras vidas. El primer paso hacia la gestión de cualquier situación traumática es la aceptación radical de lo que ha pasado. Y ojo, con aceptación no queremos decir el adoptar una postura victimista y derrotista, resignándonos y regodeándonos en las emociones que nos elicitan lo que haya sucedido.
No, la aceptación radical pasa por dar la bienvenida a la realidad tal cual es, sabiendo que por mucho que duela, hay problemas que simplemente no tienen solución (o al menos, que no tienen solución inmediata). Es dejar de intentar controlar las situaciones dolorosas, es dejar de evitar aquellas partes o experiencias de nuestras vidas que nos causan malestar. Si no te gusta algo, lo primero que debes hacer es aceptar que está ocurriendo, porque si estas demasiado ocupado luchando contra esa realidad, no tendrás suficiente energía ni tiempo para intentar cambiar o mejorarla.
Aceptar significa tomar el mando, pues desde el conocimiento de lo que esta pasando, puedo valorar hasta qué punto puedo o quiero cambiarlo. Seria algo así como decir: “vale, esto es lo que esta pasando. ¿Qué puedo hacer para gestionarlo?”
El concepto de Aceptación radical se esta demostrando científicamente como un concepto clave para la promoción del cambio, hasta tal punto que muchas de las nuevas intervenciones de psicoterapia lo están poniendo en práctica. Según Tara Brach, psicóloga, profesora de meditación, mindfulness y budismo, y una de las principales impulsoras de la aceptación radical mediante el siguiente libro, la aceptación radical es “reconocer con claridad lo que estamos sintiendo en el presente, de manera que podamos lidiar con esa experiencia con compasión”.
Aquí os dejamos un vídeo donde Marsha M. Linehan, desarrolladora de la Terapia Dialéctica Conductual, y principal valedora de la aceptación radical como técnica terapeútica, explica su experiencia a la hora de encontrar el camino hacia una vida plena y sana, y qué papel jugó en ese camino la aceptación.
Y es que, tal y como comenta Carl Rogers “la curiosa paradoja es que solo puedo cambiar cuando me acepto a mí mismo tal y como soy”. La aceptación pues, es el primer paso en el camino hacia una vida sana y plena.
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Imagenes: pixabay.com / freepik.com

Joan Rullan Pou
Psicólogo experto en Terapias Contextuales. Apasionado del desarrollo científico en Psicología. Si te sientes identificado con nuestros artículos, no dudes en contactarnos.
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