Nuestra sociedad y entorno cultural esta fuertemente impregnado por la idea de sentirse bien, que las emociones y cogniciones positivas darán lugar a una buena manera de comportarse, mientras que las emociones y cogniciones negativas han de estar bajo control o sino causaran malas conductas o comportamientos. ¿Hasta qué punto es esto cierto?
Sentirse bien: Lo que nos venden
Gran parte de nuestros esfuerzos como educadores en la escuelas, como personas con responsabilidad en las empresas, o como ciudadanos en la sociedad, es enseñar y ayudar a la gente que nos rodea a sentirse segura, tener autoestima, ser optimista y estar alegre. En cambio, no dejamos lugar a los pensamientos y emociones negativas, a menos que estos sean efímeros y no nos afecten. El planteamiento que subyace a dicha manera de proceder es el de “tienes que sentirte bien para poder vivir bien”. De esta máxima se deriva el siguiente enunciado:
“Tan pronto como pueda tomar las riendas de estos pensamientos y sentimientos malos y tan pronto como pueda tener pensamientos y sentimientos buenos, seré capaz de vivir la vida que quiero.”
El control
La evidencia de dicho planteamiento cultural la encontramos, por ejemplo, en el control emocional y mental. Desde la infancia se nos enseña que podemos y debemos controlar los pensamientos y emociones negativas; se enseña que para que uno pueda actuar valientemente, debe sentirse valiente; para que uno pueda ganar, debe pensar positivamente y que, para que uno pueda encontrar el amor, debe creer que el amor es posible. Uno podría llegar a estar de acuerdo con estos enunciados, pero lo que no se suele tener en cuenta cuando se dicen dichas aseveraciones es que, siguiéndolas, no sólo aprendemos a luchar contra las circunstancias adversas de nuestro entorno, sino también contra nuestras propias reacciones o eventos privados internos a esas circunstancias.
Al final, el enemigo acaba siendo nuestros propios sentimientos de temor, de incertidumbre o de rechazo cuando, en realidad, el foco se debería poner en las circunstancias que nos generan dichos sentimientos o pensamientos.
Siguiendo esta manera de funcionar y pensar, una persona puede pasarse su vida entera controlando, reduciendo o por lo menos atenuando toda una serie de pensamientos, emociones, recuerdos y estados corporales que podríamos tildar de dolorosos. El problema es que, por muy molestos o dolorosos que sean, dichos eventos privados son partes o parcelas de nuestra vida, y el controlarlos requiere pagar un precio: la falta de flexibilidad en la vida, con todo lo que ello conlleva.
Vive bien y te sentirás bien
Desde la perspectiva de la Terapia de Aceptación y Compromiso, se postula que la cognición y la emoción negativa puede producir, pero no necesariamente, malos resultados conductuales. Incluso, creemos que los intentos de eliminar la emoción y cognición negativa pueden ser en realidad perjudiciales para el individuo.
Desde esta perspectiva, el sufrimiento emocional se entiende como una parte necesaria y normal en la vida. La meta pues, no es sentirse bien, sino vivir bien y sentirse como sea que uno necesita sentirse según el momento y las condiciones vitales en las que se encuentre. Lo que realmente importa es seguir los valores que a uno le importan lo mejor que se pueda. Eso, la senda que escojamos vivir, es lo que marcará nuestra felicidad como individuos y nos acercará a vivir una vida rica y llena de significado.
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