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Un desarrollo psicológico sano puede definirse entorno a dos puntos centrales: Sentir que nuestra vida y lo que hacemos tiene sentido (poder darle un significado personal) y tener la capacidad de gestionar nuestro malestar psicológico natural (pensamientos, emociones, sensaciones físicas desagradables…) de una manera efectiva. Educar en valores facilita que los niños y niñas puedan dotar de un significado a su día a día, y disponer de una ruta que recorrer en momentos difíciles, objetivos ambos de la psicología infantil.

En Psicoterapia y psicología nos referimos a ello como llevar una vida basada en nuestros valores personales, aquello que se nos ha inculcado desde pequeños como importante en la vida, y hacerlo con flexibilidad psicológica, que haga que ante los baches que nos encontraremos en nuestro camino, podamos seguir avanzando en lugar de quedarnos enganchados a ese bache.

¿Por qué es importante educar en valores para tener niños felices?

Cuando se le pregunta a alguien qué es lo más importante al fin y al cabo, la respuesta más habitual es ser feliz, y hablando sobre los hijos, tomen decisiones más o menos afortunadas con las que estar más o menos de acuerdo, es frecuente oír decir eso de que al final “lo importante es que sean felices…“.

Es un hecho probado que la filosofía predominante en nuestra cultura promueve la búsqueda de la felicidad entendida de un modo que lleva a las personas a la persecución de sensaciones placenteras y experiencias agradables, al mismo tiempo que se evita el malestar.

Si bien es algo que puede parecer pura lógica, este enfoque con el que buscamos tener niños felices puede terminar por ser contraproducente: Si lo más importante es ser felices, y me han enseñado que la felicidad es eso, gozar de pensamientos y emociones positivas, lo lógico es actuar en la búsqueda de esas sensaciones como un fin en la vida. Este hecho puede llevar a la persona a una vida sin rumbo definido, dejándose llevar por aquello que puede proporcionarle esa “chispa de felicidad” a corto plazo pero quizás no siendo la mejor opción a medio y largo plazo. Al fin y al cabo, ¿Cuánto dura esa sensación de placer?

educar niños valores psicólogosLa inteligencia emocional en niños, educar en valores y hablar de una vida dirigida a valores es hablar de una vida con un rumbo, un norte hacia el que ir edificado sobre los cimientos de aquellas cosas que para nosotros son importantes. Es actuar en base a qué es importante en nuestra vida, qué tipo de persona es la que somos cuando nos sentimos orgullosos o satisfechos de nosotros mismos. Actuar de este modo es andar un sendero en el cual el día a día tiene un sentido, lo que probablemente ofrecerá también sensaciones placenteras, pero no son estos “chispazos” los que guían nuestros pasos, sino algo superior, quien queremos ser y cómo queremos vernos a nosotros mismos en diferentes facetas: Familiar, profesional, social, pareja…

Educar en valores da sentido a la flexibilidad psicológica

La flexibilidad psicológica incluye de por sí una vida enfocada hacia valores. Si bien los valores pueden ser una fuente de significado y emociones placenteras, en ocasiones podrá suponer también lidiar con malestar. Nuestro concepto de ser un buen amigo, buen padre, o buen profesional, puede llevarnos a convivir con pensamientos y emociones negativas cuando le decimos algo desagradable a un amigo que creemos que debe saber, le decimos NO a un hijo, o salimos dos horas tarde del trabajo en un día complicado. Sin embargo, al acostarnos podemos mirar nuestro atrás cómo ha sido el día y decir, no ha sido el mejor día, pero he hecho lo que tenía que hacer. Y hablamos de un “tener” metafórico, pues al fin y al cabo es lo que quería hacer, por el tipo de persona que quiero ser.

Invertir tiempo en educación emocional para generar flexibilidad psicológica por lo tanto es poder decirle sí al malestar que puede traernos el camino. Y decirle sí implica que nuestro esfuerzo, energía y atención una vez aparece ese malestar, no quedará encadenado a tal malestar, al cómo eliminar o reducirlo, sino volver de nuevo a qué tipo de persona quiero ser, cómo quiero responder a ese bache, cual es mi siguiente paso, en dirección hacia mi norte. Algunos ejemplos de hacer espacio al malestar de una manera que “merece la pena” por hacer lo que consideramos oportuno e importante pueden ser:

  • Si valoro ser un amigo honesto: Decirle a un amigo lo que creemos que debe saber y puede ayudarle aceptando la incomodidad del momento, en vez de ahorrarme esa incomodidad evitando el tema.
  • Si valoro ser un padre comprometido con la educación de mi hijo: Decirle NO cuando creo que es lo correcto, aceptando el malestar de ver que se enfada o sufre, en vez de decir SÍ a todo para evitar esas experiencias desagradables.
  • Si valoro ser un profesional implicado y confiable: Quedarme dos horas más el día que se tuercen las cosas, aceptando el estrés por sacar adelante el trabajo, en vez de des-responsabilizarme y marcharme a casa para evitar ese estrés.

Por lo tanto la aceptación del malestar resulta un ingrediente necesario para poder hablar de flexibilidad psicológica. Naturalmente cuando encontramos un bache reflexionar sobre qué nos ha llevado ahí forma parte del aprendizaje vital, más es común que esta rumia se cronifique sin llegar a conclusiones. Entender qué podemos y qué no podemos controlar, aceptar lo que no, y poner nuestras manos en lo que sí podemos controlar, es otra manera de entender la flexibilidad psicológica.

educar en valores

Educar en valores – Elegir nuestros horizontes y aceptar tanto el sol como la lluvia

Existe la ilusión de que podemos modificar a nuestro antojo pensamientos y emociones. Se nos ha educado así y forma parte de nuestra cultura. De niños ya se nos ha dicho “no pienses que vas a suspender” o “no estés triste”, por ejemplo. Cuando es el mismo fenómeno que el clásico “no pienses en un limón”. ¿Está ahí? En serio, no pienses en el limón… Pensar en el limón puede generar serias enfermedades… Parece que a más importante es dejar de pensar en él, más presente está? Muchas veces pensamientos y emociones que nos asaltan durante la jornada forman parte de ese saco de cosas no controlables, y por lo tanto dejarlos estar para ir a lo que sí podemos controlar, al cómo responder al pensamiento de “voy a suspender” o a la tristeza, es por un lado lo más efectivo dado actuaremos en base a nuestros intereses, y por el otro mejor estrategia para sentirse mejor, pues las consecuencias de actuar en base a nuestros intereses es más propensa a generar pensamientos y emociones agradables.

Educar en valores y flexibilidad psicológica permitirá a los niños desarrollarse de manera que aprendan a bailar todas las músicas. Cuando sientan la música de la alegría, la tristeza o del “no puedo”. Hablamos de poder seguir creciendo y avanzando en el camino cuando están enérgicos, alegres y seguros de sí mismo, pero también cuando se presentan dudas, incertidumbre o momentos duros.

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Joan Rullan Pou

Psicólogo experto en Terapias Contextuales. Apasionado del desarrollo científico en Psicología. Si te sientes identificado con nuestros artículos, no dudes en contactarnos.

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